viernes, 17 de octubre de 2014

PRECIO DE LOS SECRETOS. (extraido de HISTORIAS OCULTAS)



A
l dar apenas la vuelta del gran edificio, subió dos escalones y quedó frente a las grandes y antiguas puertas de madera. Golpeó tres veces, aguardó unos segundos, una vez más, un tiempo y un nuevo golpe. La puerta se abrió y un veterano entre dormido lo recibió sin mediar palabras.
. - ¿Está el hombre?
El que lo había recibido, apenas asintió con la cabeza.
Le siguió, caminando por el pasillo hasta el fondo y tras golpear, entró en una gran oficina.
Detrás de un escritorio de madera, se encontraba su jefe, un hombre de cabello cano y gruesos bigotes.
. - ¿Cómo le ha ido? ¿Cómo encontró la familia?
Fabricio torció apenas la boca, mientras lo miraba fijamente.
. – No muy bien señor.
El jefe dejó de escribir y le quedó viendo por encima de sus gafas.
. - ¿Qué sucede?
. – Luego de terminar esto, quiero salirme.
. - ¿Entiende que es importante lo que hace? No es tan sencillo.
Fabricio puso su mano en la boca con una notoria mirada de tristeza y la desvió hasta quedar viendo el pabellón. En ese instante, toda la historia se le cruzó nuevamente por la cabeza.
Llegó cuando apenas estaba amaneciendo, cansado, con su mochila cargada en la espalda y el uniforme reluciente. Antes de golpear la puerta, revisó que su boina celeste estuviese bien colocada.
Luego de un par de minutos, tras haber golpeado la puerta, su esposa lo recibe con una sonrisa, correspondida por la de él.
Se inclinó apenas y la besó.
Aquel beso era diferente, fue como un simple roce de piel, no estaba encendido, carecía de humedad y ganas.
Detrás de Amelia, apareció Marisa, su madre, quien lo abrazó largamente y le preguntó varias veces como estaba y como había pasado.
Los niños estaban durmiendo y no había carteles de bienvenida como era habitual.
Todo lo que le habían enseñado durante años, fue muy práctico para ese y los siguientes instantes.
Los detalles fueron haciéndose muy evidentes, y como también le habían enseñado, el no demostraba que se daba cuenta.
Él, caminó hasta el comedor, bajó su mochila, se quitó la boina y la camisa, las que dobló con detalle y las guardó en el bolso más pequeño que traía en la mano.
Dejó casi caer su cuerpo sobre una silla y frente se sentó Amelia, la que cambió de semblante cuando él le vio directamente a los ojos.
. – Estaba esperándote para decirte que conocí a alguien, con quien intentaré empezar algo una vez que te vuelvas a ir. Aún no ha pasado nada, pero quiero que sepas que apenas te vayas, comenzará a pasar.
Él permanecía inmutable, mientras continuaba viéndole a los ojos.
. – Lo nuestro ya no da hace tiempo, cuando más te necesito no estás, y trabajas más horas que cualquiera. Mientras tus compañeros regresan enseguida a su casa, tú sigues. Decenas de veces no has regresado a tu casa, porque no quieres.
Los ojos de Fabricio continuaron inmóviles, no había reacción a las palabras, aunque dentro de él, sabía perfectamente cada respuesta.
Cuando ella se detuvo un momento entre llantos, el preguntó. – ¿No he dado suficiente?
. – No es eso, eres un hombre excepcional, pero el problema es tu actitud.
Y el murmuró apenas. – Actitud. – y le vinieron a la mente un montón de carpetas grises.
En ese instante, el celular sonó con el tono de mensaje. Lo sacó de su bolsillo del pantalón camuflado y tras ver la pantalla decía “Sole”. Frunció el ceño apenas y revisó el mensaje, donde decía. “En cinco días debes regresar, antes debes venir a mi oficina. Retornarás con un grupo, donde puede haber un camello”
. - ¿Quién era?
. – Un amigo saludándome. – y borró el mensaje. - ¿Puedo hacer algo para que esto cambie?
. – No. Ya estoy decidida.
. - ¿Puedo intentar conquistarte nuevamente?
. – Si puedes, pero no creo que de resultado.
El ser tallado con guerras ajenas, labrado en virtudes exclusivas, reinventado en frio metal; sintió que algo se quebraba por dentro, percibió la carne doliendo; pero aun así logró mantenerse inmutable.
Uno a uno, los niños se fueron levantando y le fueron saludando con la frialdad que él se había encargado de elaborar para que no sufrieran ante su falta, he irónicamente una esquina de su alma sintió la imperiosa necesidad de que no fuera así. Por primera vez el alma reclamaba humanidad para él.
Fueron cinco días en donde el guerrero de frio metal, se dio cuenta que todo eso era una gran mentira, que tenía tanta piel, tanta carne, sangre. Cada centímetro de ser dolió, cada minúsculo sitio de su ser lloró por noches enteras, adelgazando 6 kilos, de los cuales, cuatro tal vez fueron de las lágrimas que derramó.
Sintió un insoportable pánico, viéndose sin poder arropar por las noches a sus hijos, sin poder aprontarles el desayuno, sin imágenes que adorar.
Y en su esquina fría, el secreto guerrero, batallaba ferozmente con la parte de carne, quien clamaba por revelar sus verdades ocultas, sus historias ocultas.
El cúmulo de imágenes desapareció y en lugar, volvió a aparecer el pabellón y murmuró.
. – He entregado mi tiempo, ahora el alma. ¿También quieren mi sangre?
. – Puedo entender por lo que estas pasando, todos los que tenemos este trabajo, vivimos lo mismo. Pero recuerda lo que se llama, “Necesidad de conocer”. No puedes revelar nada de lo que eres ni en lo que estás hasta cinco años después de irte.
. – ¿Que simple verdad?
. – Podemos ayudarte a resolverlo. Recuerda que todos tenemos un muerto en el ropero.
. - ¡No! – interrumpió. – no quiero que hagan nada.
. – ¿No quieres que esto cambie?
. – No de ese modo.
. - ¿Entiendes que si tu misión se compromete, intervendremos a pesar de que no quieras?
. – Para ello, yo tendría que darle referencias que no pienso revelar.
. – Te refieres a referencias como que se llama Leandro, que es militar. ¿Sigo?
Sacudió la cabeza cerrando los ojos y susurró. – No puedo creer.
Zigzagueó por un rato en la oficina sin decir nada.
El veterano capitán, se quitó las gafas y las tiró sobre el escritorio, las que rebotaron y quedaron casi encima de una pequeña placa de bronce que decía: “C/N (CG) Ernesto GONZALES – Jefe del SOLE”. Peinó sus bigotes con los dedos, y continuó hablando.
. – No somos los malos, así son las reglas, las que por cierto siempre las has sabido.
. – Ni siquiera quiero irme.
. – Lo único que logras diciendo eso es que deba verificar de algún modo que te fuiste.
. – No se preocupe. ¿Cuál es la misión?
El capitán retira la primera carpeta gris de una pila y se la entrega diciendo. – Continuarás en lo mismo que estabas, pero deberás procurar averiguar quién es el camello de los que van contigo ahora. Ahí tienes la información de todos.
. – Ok, debo irme.
. – Buen viaje.
. – Gracias señor.
Cuando Fabricio había llegado a la puerta, su jefe lo detiene diciendo. – Mantén el contacto, y si te sirve de algo, las cosas hace tiempo que están ocurriendo. Más tiempo del que crees.
Él se da vuelta y con cara de furia dice. - ¿Ya lo sabían?
. – Siempre sabemos todo.
Hay cosas que están ocultas, que deben permanecer ocultas a cualquier costa. Hay un mundo más allá del mundo. Espacios, momentos, circunstancias, que a pesar de lo que cobre, permanecerán bajo el estricto secreto de estado.

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