.- Esto no esta bien. – me
dije, mientras miraba de lejos, sentado en un taburete, en la barra de la
discoteca. Y sentí cansancio, no en el cuerpo, no en los músculos, y resople
lentamente mientras no quitaba la vista.
No es sencillo ni sano
atentar contra nuestra naturaleza, y mucho menos cuando se atenta contra algo
que nos define como humanos. Ahún así, sabía que debía continuar en esa
posición y permitir que todos creyeran que nada me importaba, que nada me movía,
pero para lograr esto, debía dejar de observar, quitar la vista, pues mis ojos
muchas veces tienen vida propia y son traicioneros.
Logre bajar la vista y me concentré
en la extraña sensación que tenía en mi interior, recordando la definición de
la palabra agonizar; “Estar acabándose o a punto de extinguirse”, y creí que sí,
que algo por dentro estaba en ese estado.
Volví a levantar la vista, y
me di cuenta de otra cosa que me define y con la que debo tener cuidado; en
algunos casos, el ver reír me vulnerabilidad.
Volví a resoplar, tal vez
disgustado conmigo mismo, y gire en el taburete, dando la espalda a la pista,
quedando de cara al disk-jockey, el que me sonrió, haciendo que me sintiera
ridículo; había quitado la vista de lo que en cierto modo me mantenía definido
como ser humano, para dirigirla hacia algo que me hacía sentir mal.
Volví a girar en el taburete
y mantuve la cabeza gacha, pensando que si seguía viendo hacia la pista,
también me hacía sentir mal, pues estaba quebrando reglas que mi posición me
exigían mantener sin cuestionamientos. Entonces, en mi interior surgió una
nueva sensación; deseo, la que se hacía insoportable cuanto más intentaba
contenerla. Deseaba incontrolablemente levantar la vista, verle reír y sentir
regocijo con su aparente felicidad.
Levante la vista y la vi,
pero esta vez sentí cierto alivio, pues encontré la forma de compatibilizar mi deseo
con mis obligaciones, pues me dije. – Mientras no vea que le observo, mientras
no llegue a ver a lo lejos mis ojos, que son los únicos que me pueden
traicionar, no estoy quebrando ninguna regla ya que estoy aquí sentado, a solas
y no tengo que ver en su felicidad y tampoco sabe ni se da cuenta que me regocijo
con ello. Pero en ese instante, tomo parte tal vez la vanidad, la que rápidamente
me sometió a otro insoportable deseo. A pesar de todo, quería que dirigiera su
mirada al lugar donde estaba. Ansiaba que tras ello, me viera a lo lejos
directamente a los ojos, y esperaba desprejuicidamente que los mismos me
traicionaran; me entregaran sin dejar lugar a dudas.
Y como si me hubiese
escuchado, torno su mirada hacia donde me encontraba, mientras yo bajaba la mía.
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