lunes, 27 de octubre de 2014

5to. Delirio. La promesa. (El cuento de las siete moralejas escondidas.)





Hace muchísimo tiempo, tanto que aun, cosas como la entereza, el amor, la entrega; aun tenían un significado, existió un fiel aprendiz de la tradición primera. Hacía dos años que se encontraba en silencio rezando a la vera del más solitario de los caminos. Estas oraciones, pedían con humildad, le sea mostrado el camino a la gloria del amor y la paz de su alma.
Una noche espesamente oscura, mientras llovía, sus parpados fueron obligados a abrir en virtud de la intensidad de luz que se manifestó frente, y, por primera vez después de dos años, detuvo su oración.
Cuando sus ojos lograron acostumbrarse a la luz, pudo distinguir un ser, el cual provocaba ese brillo.
El aprendiz, volvió a cerrar los ojos por unos segundos y murmuro. – Dame sabiduría. – tras volver a ver a la manifestación continuó. – Has vuelto.
. – He sido enviado para saber si mereces que te enseñe el camino.
. – No esperaba que fueras tu quien viniera a enseñármelo.
. - ¿Tienes algún problema que sea yo?
. – No, si fuiste enviado, por algo será. Pero antes que empieces, ten en cuenta, que hoy soy más viejo y más sabio.
. – Eso ya lo sé.
Y el aprendiz, noto una gran seguridad en el tono de voz, del ángel que le hablaba, mientras este continuó. - ¿Cómo se yo que mereces conocer el camino?  ¿Cómo se que no cargas con un pesado morral, que te hará desistir de la marcha? ¿Cómo se yo que nada te ata y te impedirá dirigirte a la meta?
. - ¿Cómo se yo que esto no es un ardid? – replico el aprendiz.
. – Yo no vine a contestar preguntas. Estoy para escuchar respuestas. Además, nunca te engañaría, ya que soy un ángel.
. – La respuesta a todas tus preguntas, se contestan con una sola frase. Porque me conoces.
. – Eso no me basta. – respondió rápidamente el ángel, con tono de ofuscación.
Y fue entonces que el aprendiz, sonrió con ternura, mientras le veía a los límpidos ojos color miel del ángel. A pesar de la luz de la presencia, apenas si se podía distinguir las facciones del primero, debido a la espesura de la oscuridad, y en virtud de esto mismo, débilmente se logro notar, que este extendía los  brazos a sus lados, con las palmas de las manos en dirección del cielo, y murmuro con firmeza. – Aquí estoy.
Y fue entonces que lentamente, la lluvia se detuvo, el cielo empezó a descubrirse de su manto de nubes, y los primeros rayos de sol de un nuevo día, comenzaron a mostrar el paisaje.
Una vez que amaneció, lo que la presencia pudo ver, lo sorprendió de manera y sintió algo que nunca había experimentado; regocijo, y se asusto.
El aprendiz, el que había sido llamado “El que ama la armonía de las cosas”, se encontraba totalmente seco, sentado sobre muchos cueros de animales, que los viajeros le dejaban a su paso, bajo un humilde cobertizo de paja, absolutamente desnudo. Tras él, se abría una inmensa llanura desierta. En la vera opuesta del camino, interminables campos de frutos maduros.
Y fue entonces que el ángel dijo. – Te enseñare el camino.
Y antes de que este terminara la frase, el aprendiz de la tradición primera, ya se había parado y de un salto, se había colocado a un lado de la presencia, y dijo. – Prometo seguirte y llegar.
. – No te creo, la naturaleza de los seres es desistir.
. – Si merezco conocer el camino, solo lo sabrás sobre él. ¿Pero, cuantos morrales vez que cargo?
. – Ninguno. – resoplo la presencia.
. - ¿Cuántas ataduras llevo puestas?
. – No me desafíes, porque puedo arrepentirme.
. – Del mismo modo que yo ansío encontrar el camino, por estar aquí, tu deseas que lo encuentre; no me desafíes, pues puedo no seguirte.
Durante muchos días, caminaron juntos, mientras el ángel  le fue enseñando los detalles del camino y de lo que encontraría al final. El aprendiz por su parte, y como acto de fe, fue dibujando el mapa sobre su piel  con el fin de no equivocarse.
Cuando llegaron al principio del camino principal, el que poseía todas las marcas, pararon a descansar.
Al día siguiente, cuando el aprendiz despertó, a su lado había un traje de luz y la aparición no estaba.
Se incorporo rápidamente y dirigió su vista al camino, y cada una de las marcas, habían sido arrancadas, eliminadas.
Y fue entonces que aquel que había sido llamado “El que ama la armonía de las cosas”, observo su desnudez, su piel marcada con el dibujo del camino que no existía, su corazón aun con la fuerza y la fe sobre su meta, la llagas en sus pies que demostraban su entereza; cuando se pregunto. - ¿Qué hice mal?
Y la briza murmuro en su oído. – Luzbel, también fue un ángel.

jueves, 23 de octubre de 2014

4to. Delirio. Un reino para la princesa.



Se encontraba sentado en el bar que a ella le gustaba. Alguna vez al pasar en el autobús, ella se lo dijo y nunca más lo olvidó, como no había olvidado cada detalle de sus gustos y caprichos.
Paso todo el día tratando de no ensayar en su mente que decir, dejaría que todo fluyera ya que lo que sentía era muy claro y antiguo.
Verla llegar, le quitaría el aliento por unos segundos. Un disimulado gesto con la mano pasada por su pelo, era la clave para que el barman cambiara la música para “SOMEONE LIKE YOU”. El repentino cambio de brillo de las pupilas de ella era muestra de que le había gustado el gesto, lo que aumentaría cuando el mozo le sirviera Martini blanco en una copa, con una aceituna dentro; otra de las cosas que no había olvidado.
El, cerro sus ojos por unos segundos, como acumulando coraje, y apretó apenas los labios.
Ella lo conocía muy bien, y sabia que era lo que seguía.
Tras abrir sus ojos le dijo. – No me importa lo cursi que sea, pero para mí siempre has sido una princesa sin reino. Alguien que con su sola presencia, todo brilla, que hasta el más violento huracán se detenga o que la más silenciosa de las calmas se torne en huracán.
Desde siempre te he amado con devoción y por ello, cada vez que me necesitaste, he acudido incondicionalmente y cada vez que no me necesitabas, te he esperado con infinita paciencia. He llorado la mitad de tus lágrimas, para hacer que tu carga sea menor y he sufrido el total de tu ausencia. Hoy me cubro de coraje y dignidad para decirte que quiero crear y ser parte del reino donde brilles. Que quiero dejar de adorarte en el alma a escondidas y hacerlo en la vida por siempre. Que tu tristeza, tu miedo, tus lágrimas, se conviertan en una historia olvidada. Que los amaneceres, sean un despertar conmigo mirándote mientras en silencio agradezco la bendición de tenerte allí.
La suave sonrisa de ella, parecía decir. – Por fin!
Cerró los ojos, apretó los puños y tras abrirlo, regreso a la realidad; ella aun no había llegado. Dirigió su mirada al barman, quien le sonrió con complicidad y tras dirigirla a la entrada la vio llegar lo que le quito el aliento por unos segundos.
Una vez que ella tomo asiento, un disimulado gesto con la mano pasada por su pelo, era la clave para que el barman cambiara la música para “SOMEONE LIKE YOU”. El repentino cambio de brillo de las pupilas de ella era muestra de que le había gustado el gesto, el que aumentaría cuando el mozo le sirviera Martini blanco en una copa, con una aceituna dentro. El, cerro sus ojos por unos segundos, como acumulando coraje, y apretó apenas los labios. Tras abrirlos, ella le dijo. – Sos mi mejor amigo y quiero contarte algo.
El no dijo nada, solo quedo en silencio y ella continuo. – Me reconcilie con Juan. Me prometió que cambiaria y entendí que yo tengo la mayoría de la culpa para lo que pasa, si yo cambio el seguramente no se enojara tanto. Además estoy segura que será así, porque me propuso matrimonio y evidentemente acepte.
El continúo viéndole sin decir nada.
. – Dime algo. ¿Qué te parece?
Su única reacción, fue quitar la mirada de su amiga y dirigirla al barman, el que no necesito ningún gesto disimulado, y apago la música.

viernes, 17 de octubre de 2014

PRECIO DE LOS SECRETOS. (extraido de HISTORIAS OCULTAS)



A
l dar apenas la vuelta del gran edificio, subió dos escalones y quedó frente a las grandes y antiguas puertas de madera. Golpeó tres veces, aguardó unos segundos, una vez más, un tiempo y un nuevo golpe. La puerta se abrió y un veterano entre dormido lo recibió sin mediar palabras.
. - ¿Está el hombre?
El que lo había recibido, apenas asintió con la cabeza.
Le siguió, caminando por el pasillo hasta el fondo y tras golpear, entró en una gran oficina.
Detrás de un escritorio de madera, se encontraba su jefe, un hombre de cabello cano y gruesos bigotes.
. - ¿Cómo le ha ido? ¿Cómo encontró la familia?
Fabricio torció apenas la boca, mientras lo miraba fijamente.
. – No muy bien señor.
El jefe dejó de escribir y le quedó viendo por encima de sus gafas.
. - ¿Qué sucede?
. – Luego de terminar esto, quiero salirme.
. - ¿Entiende que es importante lo que hace? No es tan sencillo.
Fabricio puso su mano en la boca con una notoria mirada de tristeza y la desvió hasta quedar viendo el pabellón. En ese instante, toda la historia se le cruzó nuevamente por la cabeza.
Llegó cuando apenas estaba amaneciendo, cansado, con su mochila cargada en la espalda y el uniforme reluciente. Antes de golpear la puerta, revisó que su boina celeste estuviese bien colocada.
Luego de un par de minutos, tras haber golpeado la puerta, su esposa lo recibe con una sonrisa, correspondida por la de él.
Se inclinó apenas y la besó.
Aquel beso era diferente, fue como un simple roce de piel, no estaba encendido, carecía de humedad y ganas.
Detrás de Amelia, apareció Marisa, su madre, quien lo abrazó largamente y le preguntó varias veces como estaba y como había pasado.
Los niños estaban durmiendo y no había carteles de bienvenida como era habitual.
Todo lo que le habían enseñado durante años, fue muy práctico para ese y los siguientes instantes.
Los detalles fueron haciéndose muy evidentes, y como también le habían enseñado, el no demostraba que se daba cuenta.
Él, caminó hasta el comedor, bajó su mochila, se quitó la boina y la camisa, las que dobló con detalle y las guardó en el bolso más pequeño que traía en la mano.
Dejó casi caer su cuerpo sobre una silla y frente se sentó Amelia, la que cambió de semblante cuando él le vio directamente a los ojos.
. – Estaba esperándote para decirte que conocí a alguien, con quien intentaré empezar algo una vez que te vuelvas a ir. Aún no ha pasado nada, pero quiero que sepas que apenas te vayas, comenzará a pasar.
Él permanecía inmutable, mientras continuaba viéndole a los ojos.
. – Lo nuestro ya no da hace tiempo, cuando más te necesito no estás, y trabajas más horas que cualquiera. Mientras tus compañeros regresan enseguida a su casa, tú sigues. Decenas de veces no has regresado a tu casa, porque no quieres.
Los ojos de Fabricio continuaron inmóviles, no había reacción a las palabras, aunque dentro de él, sabía perfectamente cada respuesta.
Cuando ella se detuvo un momento entre llantos, el preguntó. – ¿No he dado suficiente?
. – No es eso, eres un hombre excepcional, pero el problema es tu actitud.
Y el murmuró apenas. – Actitud. – y le vinieron a la mente un montón de carpetas grises.
En ese instante, el celular sonó con el tono de mensaje. Lo sacó de su bolsillo del pantalón camuflado y tras ver la pantalla decía “Sole”. Frunció el ceño apenas y revisó el mensaje, donde decía. “En cinco días debes regresar, antes debes venir a mi oficina. Retornarás con un grupo, donde puede haber un camello”
. - ¿Quién era?
. – Un amigo saludándome. – y borró el mensaje. - ¿Puedo hacer algo para que esto cambie?
. – No. Ya estoy decidida.
. - ¿Puedo intentar conquistarte nuevamente?
. – Si puedes, pero no creo que de resultado.
El ser tallado con guerras ajenas, labrado en virtudes exclusivas, reinventado en frio metal; sintió que algo se quebraba por dentro, percibió la carne doliendo; pero aun así logró mantenerse inmutable.
Uno a uno, los niños se fueron levantando y le fueron saludando con la frialdad que él se había encargado de elaborar para que no sufrieran ante su falta, he irónicamente una esquina de su alma sintió la imperiosa necesidad de que no fuera así. Por primera vez el alma reclamaba humanidad para él.
Fueron cinco días en donde el guerrero de frio metal, se dio cuenta que todo eso era una gran mentira, que tenía tanta piel, tanta carne, sangre. Cada centímetro de ser dolió, cada minúsculo sitio de su ser lloró por noches enteras, adelgazando 6 kilos, de los cuales, cuatro tal vez fueron de las lágrimas que derramó.
Sintió un insoportable pánico, viéndose sin poder arropar por las noches a sus hijos, sin poder aprontarles el desayuno, sin imágenes que adorar.
Y en su esquina fría, el secreto guerrero, batallaba ferozmente con la parte de carne, quien clamaba por revelar sus verdades ocultas, sus historias ocultas.
El cúmulo de imágenes desapareció y en lugar, volvió a aparecer el pabellón y murmuró.
. – He entregado mi tiempo, ahora el alma. ¿También quieren mi sangre?
. – Puedo entender por lo que estas pasando, todos los que tenemos este trabajo, vivimos lo mismo. Pero recuerda lo que se llama, “Necesidad de conocer”. No puedes revelar nada de lo que eres ni en lo que estás hasta cinco años después de irte.
. – ¿Que simple verdad?
. – Podemos ayudarte a resolverlo. Recuerda que todos tenemos un muerto en el ropero.
. - ¡No! – interrumpió. – no quiero que hagan nada.
. – ¿No quieres que esto cambie?
. – No de ese modo.
. - ¿Entiendes que si tu misión se compromete, intervendremos a pesar de que no quieras?
. – Para ello, yo tendría que darle referencias que no pienso revelar.
. – Te refieres a referencias como que se llama Leandro, que es militar. ¿Sigo?
Sacudió la cabeza cerrando los ojos y susurró. – No puedo creer.
Zigzagueó por un rato en la oficina sin decir nada.
El veterano capitán, se quitó las gafas y las tiró sobre el escritorio, las que rebotaron y quedaron casi encima de una pequeña placa de bronce que decía: “C/N (CG) Ernesto GONZALES – Jefe del SOLE”. Peinó sus bigotes con los dedos, y continuó hablando.
. – No somos los malos, así son las reglas, las que por cierto siempre las has sabido.
. – Ni siquiera quiero irme.
. – Lo único que logras diciendo eso es que deba verificar de algún modo que te fuiste.
. – No se preocupe. ¿Cuál es la misión?
El capitán retira la primera carpeta gris de una pila y se la entrega diciendo. – Continuarás en lo mismo que estabas, pero deberás procurar averiguar quién es el camello de los que van contigo ahora. Ahí tienes la información de todos.
. – Ok, debo irme.
. – Buen viaje.
. – Gracias señor.
Cuando Fabricio había llegado a la puerta, su jefe lo detiene diciendo. – Mantén el contacto, y si te sirve de algo, las cosas hace tiempo que están ocurriendo. Más tiempo del que crees.
Él se da vuelta y con cara de furia dice. - ¿Ya lo sabían?
. – Siempre sabemos todo.
Hay cosas que están ocultas, que deben permanecer ocultas a cualquier costa. Hay un mundo más allá del mundo. Espacios, momentos, circunstancias, que a pesar de lo que cobre, permanecerán bajo el estricto secreto de estado.

sábado, 11 de octubre de 2014

3er. Delirio. Mi compañera.




El medio día de un noviembre cualquiera, los encontró acotados; el uno muy próximo al otro, tan próximos que los dos reposaban sus cabezas en la misma almohada.
Se observaban y con tierna lentitud, rozaban la yema de los dedos en sus mejillas. Sus ojos recorrían con detalle, cada línea, cada recodo, cada color de sus rostros.
Quien los viera, dirían que sus pupilas brillaban como se suelen ver en las telenovelas, como se dibujan en los anime, en las escenas más románticas.
Se miraban, se exploraban como suele ocurrir en los primeros tiempos de casi todas las parejas. Ese era uno de esos momentos que cada uno juraría que todo será eterno, que cada día será así.
De cuando en cuando, ella humedecía sus labios, como saboreando los prolongados besos que hacia un momento, se habían dado, mientras el apenas marcaba una sonrisa.
El, la presentaba como “Mi compañera”, aunque en veinticuatro horas, cumplirán el primer aniversario de casados.
El presentarla así, tenía un significado muy especial para él, ya que él decía que ese adjetivo definía todo lo que ella era. Desde siempre, ella había sido su mejor amiga, su confesora y a partir de casarse, además, se había convertido en su amante esposa, pero más que nada en su fiel e inquebrantable compañera.
Desde sus más negativos compañeros, hasta sus más fieles amigos, habían condenado al fracaso aquel matrimonio. Pero ellos están a pocas horas de cumplir su primer aniversario y aún se adoran como el primer día.
Los minutos transcurren, ellos aún continúan uno viendo al otro, acostados sobre la misma almohada, muy próximos.
El suspiro apenas y atino a decir algo, pero ella coloco sus delicados dedos sobre sus labios, impidiéndoselo; no necesitaba que dijera nada, lo sabía todo.
Sus más íntimos amigos, decían que ellos tenían una extraña forma de hablarse con la mirada, aunque se habían casado a escasos tres meses de haberse conocido.
Ella le sonrió apenas, y él le respondió de la misma forma; estaban hablando en su secreto y extraño lenguaje.
El sol de verano se cuela por los grandes ventanales de la habitación, y estaría de más decir, que ellos poco les importaba la hora que es; continúan acariciándose, porque es mentira que en esos momentos el tiempo se detiene, la verdad es que en esos instantes, a nadie le interesa si hace horas que solo permanecemos viéndole a los ojos de la persona que adoramos.
Sí, es verdad, posiblemente en uno o dos años más de matrimonio, en una pareja normal, estos momentos se hayan disuelto en la rutina, pero en este exacto momento, eso no importa, solo interesa que en este preciso segundo si ocurre.
El, deja de recorrer con la yema de los dedos el suave rostro de su compañera y posa la palma de la mano sobre su mejilla, ella por su parte, hace lo mismo.
Él le sonríe apenas y ella le responde del mismo modo, mientras suavemente asiente con la cabeza.
Un agudo y fuerte pitido, toma cuenta de los sonidos de la habitación. Segundos después, un médico y dos enfermeros irrumpen en la habitación corriendo y exclamando. - ¡Por favor señora, baje de la cama, retírese un momento! Pero por más que ellos gritan, ella no responde.
El tenia cuarenta años y amo a esa mujer hasta el último segundo que el cáncer se lo llevo.
Ella tenía veintitrés y amo a ese hombre hasta el momento que decidió seguirlo.