
Habían
recorrido dos vueltas de las cuatro, cuando el fiel acompañante comienza a
hablar. – Padre, como mi maestro todos estos años, sabe hasta mejor que yo,
cuanto se y entiendo las sagradas escrituras, más se también, que hay grados de
comprensión, que obtendré en la medida que avance en mis estudios. Pero usted también
sabe de mi inquietud permanente por el conocimiento, por lo que le pregunto. ¿Además
de la promesa de nuestro señor, existe otra forma en que el hombre, alcance la
eternidad?
El
anciano continuó caminando sin decir nada. Desde siempre hacia esto; no porque
no supiera contestar, sino, que de este modo le había enseñado a tener
paciencia y fe.
Una
vez que completaron las dos vueltas que le restaban, el sacerdote se sentó a
las escaleras de la capilla, y golpeo tres veces con la mano en las escaleras,
a su lado, indicándole que lo acompañara.
.
– Es verdad. – afirmó el anciano con firmeza. – como tu maestro, sé muy bien
que entiendes la promesa de nuestro señor, de hacer eternas nuestras almas en él.
También es verdad que el hombre, se puede hacer eterno de otro modo, y a la vez
que la promesa de nuestro señor. Préstame por un momento tu billetera.
El
joven, saca de su bolsillo lo que le había
pedido su maestro, sin dudar ni mediar palabras, y se la entrega.
El
sacerdote, abre la billetera y le muestra, las fotografías que tenía guardadas.
.
– Tus padres, se hicieron eternos en ti y en tus hermanos, asegurando la
eternidad de tus ancestros; mientras que tú, te has hecho eterno, a través de
tu pequeña hija, asegurando aún más la eternidad de tus antepasados.
C. Fabian FARIAS (Cuando Habla el Maestro)
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