R
|
odrigo tiene veintiséis años, pero su
ropa harapienta, la abundante barba, el pelo largo y el color en la piel que
denota los ocho años que no se baña, le hacen parecer que tiene en realidad
cuarenta o más.
Huyendo de sus pecados, dejó su ciudad y
se fue a la capital, donde se abandonó completamente. A diario aumenta su deseo
de morir; el peso de su pasado es tremendo.
En vez de orar antes de lograr conciliar
el sueño, hay una sola palabra que se repite en su mente y en su boca. Y luego
murmura.
. – Señor, envíame al infierno de una
buena vez.
Pero la vida se empecina y el sol que da
a los muros de la rambla al amanecer, lo despiertan casi con dulzura.
Durante el día, recolecta restos de
comida de la parrillada cercana, que pocas veces consume, esperando que la
debilidad lo lleve a no amanecer un nuevo día.
Y una nueva noche llega, encontrándolo
tirado sobre un trozo de frazada que una vez encontró en la basura, la cual
permanece siempre húmeda a causa de la arena.
Y nuevamente, antes de intentar
conciliar el sueño murmura.
. – Incesto. – y prosigue. – Señor,
envíame al infierno de una buena vez.
Pero aun así, luego de este lamento,
recuerda el prohibido y enorme amor por Adriana y el momento que sin medir
consecuencias, se entregaron el uno al otro.
Mientras se dormía, piensa lo que cada
noche; aquel pensamiento no le iba a maldecir mucho más ni menos.
El sol de un nuevo día le comenzó a
entibiar el rostro y tras despertar, nuevamente la angustia lo asaltó por descubrir
que aun seguía ahí.
Se levantó con dificultad y observó el
mar por un momento.
Normalmente, nadie le dirigía la
palabra, ni siquiera le miraban, pero esa mañana, la anciana que todos los días
paseaba su perro por ese lugar, le saludó a lo lejos.
El observó hacia atrás, suponiendo que
no se dirigía a él, pero solo estaba el paredón.
No dio importancia y con lentitud se
dirigió a las escaleras para subir a la vereda de la rambla y allí comenzar su
peregrinar para obtener la comida que tal vez no llegaría a probar.
Al llegar arriba, se encontraba
estacionada una lujosa camioneta gris, de la que rápidamente desciende una
joven muy bien vestida.
Se le aproxima y acercándole un gran
sobre le dice.
. – Rodrigo, soy Romina Fernández,
abogada. Su hermano Julián, me encomendó la tarea de encontrarlo y entregarle
este sobre. Tenga mi tarjeta también, si necesita algo, no dude en llamarme.
Sin más, la chica se da vuelta y
rápidamente regresa al automóvil, retirándose velozmente.
Él, observó el vehículo perderse en la
distancia. Luego, dejó caer su cuerpo en la vereda, mientras mantenía la vista
en el sobre.
Parecía no decidirse a abrirlo, y le
daba vueltas sin encontrar ninguna inscripción que le diera la pauta de su
contenido. Tras unos minutos, comienza a abrirlo con suavidad. Dentro encuentra
una hoja y otro sobre cerrado. Los retira y comienza a leer la carta suelta.
<< Querido hermano, esta carta
tiene varios propósitos. En primer término, comunicarte la triste noticia de
que nuestro padre, hace un año que falleció. Luego de tu alejamiento de la
familia y posterior suicidio de nuestra hermana Adriana, nunca se recuperó y
podría asegurar, que simplemente se dejó morir. El sobre que acompaña esta
carta, es una de sus últimas voluntades. Espero que algún día decidas volver y
podamos reconstruir lo poco que queda de esta familia.
Te quiere mucho. Julián>>
Una lágrima rodo por su mejilla. Su
padre había sido para él, como un súper héroe toda su vida y más que nada por
ello se había ido de la casa, por haberlo deshonrado.
Toma el sobre y en el frente, con la
letra del padre se encontraba escrito <<Entregar a Rodrigo>>
Tras abrir el sobre, saca las hojas
escritas a mano.
No tenían encabezado, ni fecha, ni nada
de lo tradicional que se suele colocar al empezar una carta.
<< El 22 de noviembre de 1985,
alrededor de las tres de la madrugada, nuestro pequeño pueblo se despertó
asolado por una gran tormenta que provocó grandes destrozos, cobrándose varias
vidas de vecinos muy queridos. Este hecho, no adquirió trascendencia en la prensa, debido a lo
pequeño del pueblo y lo alejado de las grandes ciudades. Al lado de nuestra
casa, vivía una familia muy humilde, a los cuales el fenómeno los sorprendió
durmiendo. El hogar fue destrozado y debido a ello, el matrimonio sucumbió tras
el derrumbe. Por milagro de dios, el niño de un año, primogénito de la pareja,
sobrevivió sin un rasguño. A pesar de que al nuestro, hacia apenas un mes había
llegado nuestra adorada y recordada Adriana, lo adoptamos como propio.
Hoy que siento que mis días terminan,
trato de lavar mis pecados, diciéndote que tú eras ese niño. Espero que me
perdones algún día>>
HISTORIAS OCULTAS - C. Fabian FARIAS