Se abrió con violencia la puerta de la comisaría y tras ello,
un hombre rodo en el piso. Gateo un par de metros y logro incorporarse con
dificultad. Tras él, entro el agente que se encontraba de guardia en la puerta,
exclamando con tono de preocupación. - ¡Venia corriendo y me sorprendió! ¡No lo
pude detener a tiempo!
El cabo que se encontraba en el mostrador, solo observo por
encima de sus gafas, casi sin inmutarse. Después de más de 20 años trabajando
allí por las noches, pocas cosas le sorprendía.
Este último, noto que el que había irrumpido tan
violentamente en la comisaria a las dos de la madrugada, vestía pijamas, el que se encontraba totalmente
mojado por la traspiración.
El pobre hombre al alcanzar el mostrador, con dificultad
debido a la agitación, apenas balbucea. – Me tienen que ayudar. – y se desploma
desmayado.
Cuando esto ocurre, los dos policías notan la sangre en la
mano derecha, acudiendo a auxiliarlo. En ese instante el recién llegado vuelve
en sí y rápidamente se incorpora.
Le acercan una silla y lo ayudan a sentarse.
. - ¡Tienen que ayudarme! – insiste.
. – Cuéntenos. – le pide el cabo.
. – Por favor, permítame hacerle toda la historia antes de
sacar conclusiones; pero inicialmente le diré que mate a una persona.
. - ¿Por eso la sangre en su mano?
El recién llegado, da vuelta sus dos manos, mostrando sus
palmas y la derecha estaba cubierta de sangre al igual que la izquierda, solo
que esta última tenía un corte en la palma. Extrañamente, el pijama no tenía
salpicaduras.
. – Sí. – y rompe en un llanto.
. – Cálmese, tómese su tiempo. Si no le molesta, ya que es
parte del procedimiento, quisiera tomarle muestras de la sangre que tiene en
las manos.
El acongojado hombre solo asiente con la cabeza.
Un agente que había asistido al lugar al escuchar los ruidos,
se dirige a otra habitación y trae los materiales para tomar muestras. El
mismo, recolecta tres; una de la palma derecha, otra de la palma izquierda y la
tercera, directamente de la herida.
Una vez que el cabo que atendía el mostrador de entrada notó
que el hombre lograba calmarse, le habla. - ¿Cuál es su nombre?
. – Pablo Reich.
. – ¿Lo puedo llamar Pablo?
. – Si claro, como guste.
. – Muy bien Pablo, cuéntenos que sucedió.
Ya un poco más repuesto, agacha la cabeza con una notoria
mirada de tristeza y dolor; comenzando a relatar.
Vivo en la calle Cervantes 1428. Esta propiedad era de mi
madre que falleció hace cinco años. Desde ese tiempo vivo solo con mi perro
Sinatra. Tengo…- y se detiene restregándose los ojos. – tenía un hermano gemelo
que hace muchísimos años no sabíamos nada de él. Hace un año, se empezó a
comunicar conmigo, insistiendo que quería que la casa de mi viejita la vendiéramos, para repartirnos el
dinero. En cada comunicación, y supongo que por mis negativas, el mismo se
volvió violento y llego a amenazarme de diferentes formas.
. ¿Dónde vivía su hermano?
. – No lo sé, nunca le pregunte ya que las conversaciones
nunca tuvieron el carácter de saber nada de ninguno de los dos, siempre fueron
discusiones por el mismo tema.
. - ¿Sabe si las llamadas eran locales o del exterior?
. – Podrían ser del exterior, ya que se escuchaban muy bajo y
algunas veces se cortaban repentinamente.
. – Continúe por favor.
Pues bien; creo que habían pasado seis meses desde la primera
vez que hablamos que me empezó a llamar varias veces al día, muchas de las
cuales, a altas horas de la madrugada. A la vez, cada tanto, cerca de tres
personas que nunca logre identificar, merodeaban la casa por las noches
intentando entrar, lo que les fue siempre imposible, ya que la casa está muy
bien enrejada. Solo lograron romper algún vidrio en varias oportunidades.
. - ¿Denuncio este hecho?
. – No. Primero, temí que al hacerlo, mi hermano se volviera más
violento aún, por otro lado, me sentía seguro que no lograrían entrar y supuse
que con el tiempo podría convencerlo de desistir de lo que quería.
. - ¿Cómo se llama su hermano?
. – Se llamaba Pedro.
. – ¿Porque insiste en hablan en pasado cada vez que se
refiere a su hermano?
. – Porque él fue la
persona que mate.
El cabo resoplo sacudiendo la cabeza.
. – Por favor, permítame terminar de contarle.
. – Prosiga. – esta vez con un tono más autoritario.
Hace una semana, el tono de las conversaciones cambió, se tornó
más dócil y nuestros diálogos dejaron de ser violentos y referentes a la venta
de la casa, pasando a ser exclusivamente sobre nuestra madre. Hera como si
quisiera que lo pusiera al día con la historia de la familia.
Anteayer, me llamo y me dijo si me parecía bien que me fuera
a visitar para charlar y en definitiva volvernos a conocer. Debido a su cambio
de actitud accedí, y ayer en la mañana se presentó en la casa. Fue muy extraño,
pues hablamos muy poco en la mañana y luego se encerró en el cuarto y no salió.
Lo espere y hasta fui a llamarlo para que cenáramos juntos, pero ni siquiera
respondió. No quise insistir demasiado, procurando dejar que las cosas se
fueran dando solas. Hace una hora tal vez, desperté casualmente y se encontraba
al lado de mi cama, con una cuchilla en la mano, viéndome.
Me sobresalte y logre bajar de la cama por lado opuesto con
relación a donde se encontraba. Parecía poseído, me empezó a gritar que seguía
siendo el tonto de siempre y que me había engañado como a un niño, para que el
pudiera entrar en la casa sin que yo opusiera resistencia. Se abalanzo por
encima de la cama y logre escapar corriendo, pero logro alcanzarme. Luego de
gritarme una cantidad de cosas, intento aculillarme. Lo único que atine a
hacer, fue a detener el cuchillo agarrándolo de la hoja, por ello es la herida
en la mano. Luego de forcejear por un rato, logre sacarle el arma y separarlo,
pero él se abalanzó nuevamente y casi sin darme cuenta, le enterré la cuchilla
en el estómago. Me asuste y solté el cuchillo que se encontraba clavado en su
cuerpo. El intento agarrarme nuevamente y yo corrí. Salí fuera de la casa para
pedir ayuda, pero en cierto momento, mire hacia atrás y el venia detrás mío con
el arma clavada en su abdomen, por ello seguí corriendo y llegue hasta aquí.
. – No se preocupe. – prosiguió el cabo. – si corroboramos su
historia, no le pasara nada, ya que fue en defensa propia. El agente lo
conducirá al baño, lávese las manos y trate de descansar en el sillón de la
sala de estar, mientras nosotros hacemos nuestro trabajo, aquí estará seguro.
Amaneció y el comisario llamo al cabo que se encontraba de
guardia en el momento que ocurrieron los hechos.
. – He leído su reporte Gutiérrez, y he recibido los informes
preliminares de investigaciones.
. - ¿Hay algún problema?
. – Si, hay cosas que no cierran.
. – No entiendo, mi reporte solo dice lo que este señor nos contó.
. – De eso no tengo dudas, confío en usted, lo conozco desde
hace mucho tiempo.
. - ¿Entonces?
. – La gente de investigaciones fue a la dirección que nos
dio este hombre. Corroboraron que la puerta estaba abierta y que en el interior
había signos de lucha, al igual que rastros de sangre.
. – Sigo sin entender. ¿Encontraron algún cuerpo?
. – Ahí empieza el problema. No encontraron ningún cuerpo. Se
está peinando la zona en este momento, pero podría asegurar que no vamos a
encontrar nada.
. - ¿Perqué?
. – Los análisis de las muestras de sangre de las manos de
este individuo, así como las encontradas en la casa, son todas iguales,
pertenecen a una sola persona. Por otro lado, este señor, sí tuvo un hermano
gemelo, pero murió a los diez años tras un accidente mientras jugaba en el
altillo de la casa. Pero eso no es todo, este señor que tienen durmiendo en el
sillón, no es Pablo Reich, es Pedro, Pablo Reich es el que murió cuando niño.
Cuando el comisario se disponía a continuar con los inusitados
detalles del caso, se detiene bruscamente y queda viendo fijamente a la puerta
de entrada de su despacho.
El cabo Gutiérrez se da vuelta para ver, que el hombre en pijamas
se encontraba en la puerta viéndoles. Su semblante estaba cambiado,
notoriamente presentaba signos de furia y odio. Este, rechino los dientes y
dijo. – Presumo que tienen al enfermo de mi hermanito por aquí. ¿Qué estúpidas
historias le conto?