domingo, 17 de agosto de 2014

El hilo rojo del destino

 amor
 
Los japoneses tienen la creencia de que las personas predestinadas a conocerse se encuentran unidas por un hilo rojo atado al dedo meñique. Es invisible y permanece atado a estas dos personas a pesar del tiempo, del lugar, de las circunstancias…El hilo puede enredarse o tensarse, pero nunca puede romperse.
Esta leyenda surge cuando se descubre que la arteria ulnar conecta el corazón con el dedo meñique. Al estar unidos por esa arteria se comenzó a decir que los hilos rojos del destino unían los meñiques con los corazones; es decir, simbolizaban el interés compartido y la unión de los sentimientos.


UN POCO DE HISTORIA

Durante el Periodo Edo (1603 a 1867) algunas mujeres se amputaban el dedo meñique para demostrarles su amor a sus maridos. Se consideraba un símbolo de completa lealtad, algo similar a lo que hacen y siguen haciendo los “yakuzas” hoy en dia como simbolo de obediencia a su “oyabun” (jefe), (aunque en este ultimo caso tambien se atribuye esa amputación a su descendencia samurai y a su imposibilidad asi de manejar la espada).
Por eso en japonés los kanjis de “promesa de meñique” significan “dedo cortado”. Los japoneses suelen cerrar promesas haciendo una “promesa de meñique”, a la que corresponde una canción infantil:

Promesa de meñique, si miento me tragaré mil agujas…♪

Yubikiri genman, uso tsuitara hari senbon nomasu… ♪

Una de las leyendas sobre este hilo rojo cuenta que un anciano que vive en la luna, sale cada noche y busca entre las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, y cuando las encuentra las ata con un hilo rojo para que no se pierdan.
Pero la leyenda más popular y la que se recita en casi todos los hogares japoneses a los niños y jóvenes es esta:
“ Hace mucho tiempo, un emperador se entero de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa que tenia la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mando traer ante su presencia.
Cuando la bruja llegó, el emperador le ordeno que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que seria su esposa; la bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevo hasta un mercado en donde una pobre campesina con una bebe en los brazos ofrecía sus productos.
Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invito a ponerse de pie e hizo que el joven emperador se acercara y le dijo : “Aquí termina tu hilo” , pero al escuchar esto , el emperador enfureció creyendo que era una burla de la bruja , empujo a la campesina que aun llevaba a su pequeña bebe en los brazos y la hizo caer haciendo que la bebe se hiciera una gran herida en la frente , ordeno a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.
Muchos años después, llego el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda y el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entro al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente.
Al levantarle el velo vio por primera vez que este hermoso rostro …. …. …. …. tenía una cicatriz muy peculiar en la frente. “

viernes, 8 de agosto de 2014

6to. Delirio. La Maldita copa.



Me encuentro tendido en la cama, vestido con las botas negras puestas, las medias están húmedas y siento algo de frio ya que mi ropa también esta mojada. Cuando venía, no atine a correr ni guarecerme de la fuerte lluvia que se desató. Apagué todas las luces; aun la que tengo en el escritorio y la que normalmente dejo encendida para no tropezarme con las cosas, cuando debo levantarme para ir al baño. Corrí todas las cortinas, incluso las de pantasote verde que se encuentran sobre la cabecera de mi cama. La única luz que se cuela, lo hace por una pequeña ranura que deja la separación de las cortinas de una de las ventanas del frente. La oscuridad es tan espesa, que al apenas mover mis dedos, es como si pudiera rozarla. La luz que se cuela por aquella cortina, parece una herida abierta de un enorme mostro inmóvil.
Hay dos ratas que todos los días, rescatan los restos de queso que dejo sobre la mesa de centro de mi seudo living. Las escucho dirigirse con sutileza en busca de sus bocados, como si fueran parte de la familia. Suele ser extraño; no se percatan o no les interesa que me encuentre allí, aun cuando he tenido la luz de mi escritorio encendida, por lo que hoy, menos aún se percatarán o les interesará que este escuchándoles.
Siento como la ropa, lentamente se va secando en la parte del frente de mi cuerpo, ya que la de atrás, supongo que la esta absorbiendo mi manta negra de tela polar.
Logro notar que la débil luz que entra por la ranura que deja la cortina de la ventana del frente, varía ligeramente, lo que me hace suponer que alguien cruzó en dirección de su habitación. Seguramente no llevaba prisa, ya que la lluvia dejo de provocar el ensordecedor sonido sobre el techo, lo que me permitió escuchar los pasos de las ratas dirigiéndose a la mesa de centro.
La oscuridad es tan espesa, que no logro distinguir las tablas de la parrilla de la cama de arriba aunque hace varios minutos que observo en esa dirección.
Hoy, cambie todos los manteles claros por otros oscuros, por lo que no se distingue nada en la habitación, a no ser, apenas el borde dorado de la copa llena de chocolatines que se encuentra en la mesa de centro, que a lo lejos, parece un extraño anillo suspendido en el aire. Solo espero que las ratas tomen su bocadillo de queso y no me la tiren, aunque si lo hicieran, estarían realizando algo que yo debí haber hecho hace tiempo, ya que la misma tiene un significado que solo merece ser tirada, exactamente como la manta de polar negro.
Debí haber corrido y guarecerme, siento mucho frío y mi cuerpo es como si hubiese apagado sus motores y permanece inmóvil; únicamente logro mover débilmente los dedos de cuando en cuando, para sentir el rose de la oscuridad en las yemas.
Por momentos, pareciera que alguien está sacando fotografías del frente de mi habitación, ya que un fuerte y fugas destello rebasa los límites a través de esa única ranura que deja pasar la luz y tras ello, un estruendo; evidentemente en cualquier momento la lluvia volverá a caer y el ensordecedor sonido sobre el techo no me permitirá escuchar cuando mis amigas decidan irse ya satisfechas tras su festín.
Cuando el silencio se recupera tras los truenos, es fácil escuchar hasta el más débil sonido que ocurre más allá de mi habitación. Un poco después de la vereda de hormigón sobre el pasto, uno de los perros, el negro, resopla y arrastra su hocico rezongando a su modo, intentando sacarse el bozal.
El pestillo de la puerta de la habitación de al lado, rumorea en su lenguaje metálico y las bisagras me cuentan, tal vez únicamente a mí, que abrieron la puerta. Un brusco sonido, denota que la cerraron  y pasos de más de una persona me recuerda  que el compañero de cuarto del que vive al lado, no está. Como cada vez que este no está, la joven pareja me brinda su concierto de besos, gemidos y rechinar de la cama de madera. Ellos, al igual que mis amigas, no se percatan o no les interesa que yo esté allí escuchando. Ha habido veces que he sonreído mientras pienso que sucedería si les golpeara el mamparo que nos separa, justo cuando el rechinar de la cama de madera y los gemidos se intensifican.
Pero hoy, el motor de mi cuerpo está apagado y ni siquiera sonrío, los sonidos solo llegan.
Hace rato que siento una incomodidad en la almohada y luego de un tiempo, me doy cuenta que es mi arma que la guardo debajo. No sé porque lo hago; tal vez me siento más seguro aunque no se tampoco de que.
Un chillido resuena en mi habitación; seguramente mi amiga más pequeña debió querer adueñarse del trozo más grande de queso y la mayor le reprocho.
Es extraña la sensación que provoca la ropa cuando se va secando en el cuerpo, y además, ciento un intenso frío en las espaldas, ya que la colcha de polar negro, mantiene la humedad y al parecer la temperatura de mi cuerpo no compensa. Sería irónico que me enfermara por ello, aunque ahí, tendría mayores motivos para deshacerme de la colcha.
A pesar del rechinar de la cama y los gemidos que vienen de la habitación contigua, logro distinguir el rumorear de la que vive en la otra habitación, que conversa con su amante. Seguramente, ellos, de la misma forma que mis amigas y mis vecinos, no se percatan o no les interesa que yo esté aquí, escuchándolos.
El pobre perro, no se cansa de tratar, inútilmente, de quitarse el bozal y resopla disgustado.
Me encuentro solo, completamente solo; ya que mis amigas no cuentan, ni mis vecinos, ni los amantes que conversan más lejos, mucho menos, el centenar de personas que se encuentran a menos de trecientos metros a la redonda.
Valla, Dandara; ella siempre se presenta en mi mente cuando estoy solo. Hay veces que me gusta pensar que eso ocurre, porque en el mismo instante me recordó, aunque seguramente es una tontería, un ardid de mi mente, intentando hacer que olvide que ni mis amigas, ni mis vecinos y ni siquiera los amantes conversando más lejos, se percatan de que estoy aquí.
Debería levantarme, quitarme las botas, las medias y la ropa húmeda, pero el motor de mi cuerpo no se reinicia, y permanezco casi inmóvil, a no ser por los dedos de una de las manos, que aún sienten la sensación de rozar con la yema a la oscuridad.
Un nuevo destello se cuela por la ranura que dejo las cortinas del frente y tras ello el estruendo del trueno, aunque más débil que la vez anterior, lo que me hace suponer que tal vez me he equivocado y la tormenta se aleja. Si ello ocurriera, posiblemente las nubes se irían y permitirían ver las estrellas.
Una vez que los relámpagos cesan, la oscuridad se vuelve casi completa y apenas se distingue el anillo suspendido en el aire, que hace suponer el borde dorado de la copa, sobre la mesa de centro. Esto, me hace recordar nuevamente a Dandara, y como me enseño a encontrar la magia en cosas que muchas veces pasan desapercibidas. Recuerdo cuando juntos vimos la estela de luz celeste intenso sobre el agua, y la enorme sensación de maravilla que sentimos, aunque un año más tarde, me di cuenta que no debería buscarle por qué a algunas cosas, ya que con inmensa frustración descubrí, que podía ser a causa de un tipo de algas marinas, que según el lugar del mundo, provocan un color determinado.
Aun así, la magia existe causada por las algas o no, lo que me hace pensar, si mis vecinos, que en la medida que pasan los minutos, intensifican sus gemidos y con ellos también el rechinar de la cama de madera, alguna vez la conocieron; me refiero a la magia. ¿Y los amantes que conversan más lejos? Creo que mis amigas mucho menos ya que odian el agua.
Mis ojos permanecen fijos a la parrilla de la cama de arriba que aún, no logro distinguir, a no ser cuando la luz de los relámpagos atraviesan por la ranura de las cortinas de la ventana del frente.
Continua el chillido de mis amigas, posiblemente peleándose por los últimos trozos de queso, y el anillo dorado se mueve levemente en el aire a causa de la feroz pelea; tal vez lleguen a hacerme el favor de tirar y quebrar la copa, lo que encontraría este hecho como una señal, así como me enseño Dandara, y una vez que mi cuerpo lograra reiniciar, y aun antes de cambiarme de ropa, me desharía también de la colcha.
Escucho como más allá de la habitación de mis vecinos, una voz femenina ríe, y pienso insolentemente, si será que él hace reír a su esposa de la misma forma, hasta tal vez con los mismos chistes.
Me duele la espalda, debido a la contracción de los músculos a causa del frío, y la nuca debido a mi arma debajo de la amohada, pero mi cuerpo no responde. Trato de fijar mis pensamientos en algo que me permita desatender los dolores así como el concierto de mis vecinos y recuerdo que en la mañana, mientras me afeitaba, note que mis ojos carecen de brillo, lo que me hiso cruzar la loca idea de que, desde ese momento mi cuerpo se empezó a apagar.
Me dije a mi mismo de que eso era una tontería, ya que el cuerpo solo se apaga cuando se muere, por lo que apareció en mi mente el pensamiento más común, cuando uno está totalmente solo; la muerte.
En ese instante, pensé en mis amigas las ratas y su indiferencia, así como en mis vecinos y a la pareja de amantes conversando más lejos, por lo que me cuestione, que toda la indiferencia que suponía, es solo un supuesto y que la única certeza que tenemos, es la muerte.
Entonces, moví levemente mis dedos, el anillo dorado en el centro de mi seudoliving, se agitó bruscamente y un nuevo chillido, invadió la habitación. Ningún destello de luz cruzó por la ranura de la cortina, pero si un lejano trueno se escuchó a lo lejos. Tras ello, recordé que una semana antes, había concurrido a un partido de futbol donde jugaban mis compañeros, aunque ciertamente, mi interés no era verles jugar, y me interne en el bosque que precede a la cancha, para obtener fotografías. Luego de caminar un rato, encontré un pequeño cementerio, donde habían unas seis tumbas. Me aperciné antes de entrar, y saque fotografías. De todas, dos tumbas me llamaron la atención. Una, decía “12-8-86, 17-10-86” y la otra, estaba repleta de maleza, las espadas de San Jorge rodeaban un herrumbrado caño metálico, que una vez sostuvo la hoy destruida cruz de madera.
Pero todo eso, eran pensamientos que acumulaba, para no prestar atención de que me dolía la espalda y la nuca, que podía enfermar si no me cambiaba de ropa, que en mi habitación, habían dos ratas que se disputaban los restos de mi queso, que mis vecinos hacían el amor frenéticamente, indiferentes a la posibilidad de que todos los escucharan; que la pareja de amantes reían, mientras la hermosa esposa del, arropa al hijo ignorante de lo que pasa; que el perro aún rezonga intentando quitarse el bozal, arrastrando el hocico sobre el pasto.
Indiferencia, pensé. Algo que algunas veces es una sensación y otras, es un comportamiento. Nuevamente recordé la falta de brillo en mis ojos y supuse por un instante que mi estado de indiferencia y frialdad, es lo que está apagando mis ojos. Tal vez así es como mi cuerpo expresa el estado de mi alma. Posiblemente si, ya que hace unos días, estaba viendo una película de guerra, donde mostraba el cuerpo de un niño desmembrado, y recién me doy cuenta que no sentí nada. Posiblemente por eso no siento nada ahora, a no ser el frío de mi espalda a causa de la humedad de mi ropa y la maldita colcha de polar negra. Tal vez es por ello que no puedo moverme, ni me interesa los sonidos de la cama de madera de mi vecino; mucho menos el rezongo del perro, tratando de quitarse el bozal; ni de mis amigas que cómodamente cenan sobre mi mesa de centro; ni de la patética ignorancia de la hermosa esposa del amante, de la que vive más lejos.
Nunca tuve una amante, por lo que se me ocurre pensar, si ellos también se reprochan cosas, o proyectan a largo plazo, o revisan las facturas del mes. Solo tonterías tal vez; aunque sé que eligen juntos en la feria, ropa para sus correspondientes hijos.
Mis labios se están secando y siento muchísima sed, mis ojos lagrimean por no parpadear, y tengo la incómoda sensación, como si un millón de agujas se clavaran en mi espalda.
El clásico sonido de las patas de mis amigas dirigiéndose rápidamente al agujero en el piso, rompe levemente el silencio, que se había implantado sin darme cuenta, ya que al parecer mis vecinos ya terminaron su primera ronda; porque seguramente seguirán luego.
Cada vez más esporádicamente, se ve un destello a través de la ranura que dejo la cortina del frente. Al parecer la tormenta, realmente se está alejando. Con esto se me viene a la mente una película que me gustó muchísimo “El efecto Mariposa”. Si no me hubiese mojado, no estaría con tanto frío, consecuentemente, no me dolería la espalda y si mi cuerpo logra reiniciar, tampoco hubiese tirado la colcha de polar negro, la que en este momento ya debe estar empapada, al igual que mis sabanas y el colchón.
¿Y qué hay de mi aparente estado de parálisis? ¿Sera algo orgánico o psicológico?
Si me pusiera a rememorar, y analizar, encontraría que es psicológico, ya que con todo el dolor en las espaldas, también siento un gran cansancio y no es corporal. Creo que cada cosa que me ha pasado y que por necesidad he estado escondiendo y conteniendo, comienzan a hacer mella. Mi espíritu me está diciendo que reinicie, que limpie mi mente, antes de reiniciar mi cuerpo. Por ello también es que tal vez, instintivamente, busco prestar atención a los detalles de los sonidos exteriores he imaginarme lo que está pasando, porque sabía que llegaría a este punto de reflexión. Posiblemente la estrategia más sencilla, sea empezar a hacer las cosas que lleven a las consecuencias de mi futuro cercano y lejano; Efecto Mariposa.
Hay momentos que he pensado, si los animales, como mis amigas, tienen tantos dramas en su vida, o solo se dedican a buscar a quien robarle su bocado diario, o pelearse por los últimos restos, o a cuidarse de que no las veamos y tratemos de perseguirles. Seria más sencillo una vida así, pero a su vez, se me viene a la mente un trozo de un poema de D.H. Lawrence que escuche en una película que decía, "Nunca vi a un animal salvaje sentir lastima por sí mismo. Un ave caerá muerto congelado de una rama sin haber sentido nunca autocompasión". Debería dejar de sentir lastima por mí, forzar al cuerpo a ponerse en movimiento, cambiarme la ropa, aunque esto haga que mis amigas no terminen su festín, aunque mis vecinos se den cuenta que estaba aquí escuchando y comenzar a hacer lo necesario para que las consecuencias de mi futuro cercano o lejano, se ajusten a mi necesidad, para que mi cuerpo no vuelva a paralizarse hasta que mi mente limpie su contenido de frustraciones y elementos que me vienen frenando.
Ahora recuerdo que mis amigas ya se fueron, posiblemente satisfechas, por lo que las consecuencias que provoque levantándome, no será tan variada.
Debido a que hay menos sonidos, logro escuchar mejor lo que ocurre, en la habitación más lejana. Escucho como ella rie y conozco esa risa; esta simulando estar complacida o esta tratando de ser complaciente. Me resulta extraño muchas veces, de la forma que las personas simulan complacencia, con la seguridad implantada en sus faciones, de que la otra persona no se esta dando cuenta de que simplemente simula. Una vez, uno de mis personajes en una de mis novelas, describia a su enamorada, las diferentes formas de reir que tenia la misma. Cuando escribo, utilizo recursos  de la vida real, y esto lo hise al haber visto que una de mis amigas, tiene muchas formas de reir, según la ocación. Me he dado cuenta que las personas de naturaleza sincera, tienen muchas formas de reir; en cambio las otras, solo tienen dos, una real y otra simulada. Si bien, no he dejado de ser sincero, al contrario, creo que los últimos tiempos, solo me queda una forma de reir y suele ser cuando estoy siendo sarcástico, macabro o iriente.
La remera en la zona del pecho, me da la sensación de que esta aderida a la piel, en virtud de que se seco sobre el cuerpo. Empieso a sentir el olor que largan las medias al estar húmedas y al haber mojado el cuero de las botas.
Dandara; se estará acordando de mi. Me intriga saber si se acordará bien o lo hace pensando en el hecho de que hiso bien en perder contacto conmigo; aunque algunas veces, cuando le mando un mensaje, me contesta; algunas bien y otras no tanto. Muchas veces me dije a mi mismo, que si por solo cinco minutos, ella se hubiese visto a travez de mis ojos, no tendría una cantidad de interrogantes que se que tiene.
Creo que mi cuerpo empieza a responder. Mientras pensaba en todas estas cosas, me di cuenta que apreté el puño. Debería reaccionar rápidamente, ya que mis vecinos comensaron a cuchichiar y eso es preámbulo de que comensaran con su segunda ronda, aunque a mi no me debería interesar si los interrumpo o permito que se den cuenta que estoy aquí.
Es evidente que es mi mente la que me mantiene paralizado, ya que recuerdo que camine con naturalidad cuando venia a mi habitación, a pesar de la lluvia; que tuve la constancia de bajar cada una de las cortinas, asegurándome que pasara el mínimo de luz y que antes de tírarme sobre la cama, apague todas las luces. Esta no es la primera vez que me pasa este tipo de cosas y en anteriores oportunidades he pensado, que instintivamente me estoy negando a seguir, a hacer lo necesario para estar en el trajinar normal de lo diario.
Algunas personas, me han dicho muchas veces, que debería desechar una cantidad de cosas que yo considero principios y valores, lo cuales muchas veces son los que me terminan frenando y llevando a frustraciones; solo que no se cuales deben quedar y cuales desechar. Si analizara con detalle, seguramente llegaría a la conclusión, de que debo volverme demagogo, sinico; que mi forma de actuar y de hacer las cosas, deberían apuntar mas a una forma conveniente y no ajustada a una estricto acartonamiento, determinado por todos esos principios y valores, a ese centenar de códigos. También creo, que debería vivir con más lentitud, con más mesura y no con la intensidad con la que lo hago cada vez, ya que eso alejo a Dandara.
Endereso rápidamente mi cuerpo y quedo sentado en el borde de mi cama. Cuando lo hago, quedo con las manos apolladas sobre la colcha, y noto que esta totalmente mojada, lo que me hace suponer que las sabanas y el colchón están iguales. Recorro con la vista, toda la habitación y no logro distinguir nada, a no ser por el anillo dorado del borde de la copa.
Inclino haci el frente mi cuerpo y comienzo a desacordonar las botas, las que estan notoriamente mojadas; me las quito y el frío en los pies, debido a la humedad en las medias, me hacen tiritar.
Nunca había tiritado tanto y durante tanto tiempo seguido, como cuando estuve enfermo por una semana, solo en mi apartamento. Durante ese tiempo, permaneci acostado, porque la fiebre no me dejaba ni pararme. Esa semana, no comi nada, solo bebia sorbos de agua de una botella que normalmente me llevo al costado de mi cama, cuando me voy a acostar; los dos últimos días, no bebi agua siquiera, porque se me había terminado.
Transcurrida esa semana, creo que mi instinto de supervivencia, me hiso enderasar en la cama, la que ya olia muy mal a causa de todo lo que había traspirado, y casi arrastrándome llegue al baño. Me bañe y junte algunas cosas en una mochila, casi sin ver a causa del la dificultad que tenia para distinguir las cosas debido a la fiebre, y me dirigi al hospital. El médico de emergencias, inmediatamente me internó, diagnosticándome pulmonía.
Me quito las medias, las que huelen muy mal y me pongo mis calzados para la arena. Me paro y saco de mi bolsillo el celular, para poder alúmbrarme, ya que seguramente, el piso de mi habitación, esta lleno de agua, a causa de la lluvia.
La débil luz del celular, hace que el anillo dorado se convierta nuevamente en una copa. Talvez es eso lo que necesito, un poco de luz para volver a convertirme en alguien con una forma apreciable.
Camino con lentitud, tratando de evitar los charcos y me dirijo a la puerta; la abro completamente y el frescor que ingresa, me hace tiritar nuevamente.
El cielo esta casi completamente despejado, solo queda algunas nubes que se alejan por detrás de las montañas que se encuentran del otro lado del lago.
El perro negro, esta echado sobre el pasto mojado y de lejos me observa con los ojos tristes, talvez resignado porque se dio cuenta que jamas podrá sacarse el bozal.
Levanto la vista y ahí está, el cinturón de Orión; en línea con el mismo y apenas alejado, Sirio, mi estrella, llamada también, la estrella de Isis, por la que sin que lo supiera, la consideraba la estrella de Dandara, ya que supuse por mucho tiempo que ella era mi Isis, y que juntaría mis trozos y me volveria a la vida, como en la mitología, la diosa lo hiciera con Osiris.
¿Algún día llegara mi Isis; juntará mis pedazos y me volverá a la vida? Tal vez para ello, yo debería cambiar, o esta Isis debería vivir la vida, los momentos, con la intensidad que la vivo yo.
El lago parece un gran espejo, y las luces que alumbran hacia el, provocan como grandes cenderos de oro y plata.
Miro a un lado y al otro, y la serenidad esta implantada en el lugar, apenas si se escucha los murmullos indesifrables y la risa, de la pareja de amantes que aprovecha el momento que las compañeras de cuarto aun no han regresado.
El perro resignado, continúa viéndome como si esperara que dijera algo demostrando empatía con su situación.
Me siento en los escalones y el rosal a un lado de la salida de mi habitación, tiene tallos y hojas rojizas, sinónimo de que esta rebrotando luego de la poda. Y viendo esto, pienso “Renacer”. Dandara ya no esta, apenas si existe pues por lo que se, muere a diario y se ha convertido en una vieja historia que algunas veces regresa para recordarme cosas buenas y otras no tanto. Existe en mi mente porque es un recuerdo inevitable, un murmullo del tiempo que se encuentra impregnado en algunos aspectos de mi filosofia de vida y de mi carácter. Si vamos al caso, también lo esta las diferentes formas de reir de mi amiga que me han dado la pauta de lo que es la sinceridad, expresada el la naturaleza de una persona real, la que hasta sus partes negativas afloran con naturalidad ni tapujos.
Han sido pocas las personas que conozco, que se sienten orgullosos de sus esquinas oscuras. No nos equivoquemos; no es exactamente que se sientan orgullosas de sus lados negativos, se sienten orgullosos que sus seres sean tan trasparentes que no necesitan esfuerzo para existir. Son ellos tal cual, sin necesidad de disfraces convenientes ni verdades mantenidas en mensajes entre líneas.
El lago que esta frente a mi, es como ellos; amanece como un espejo y arraza con lo que sea cuando su superficie es perturbada con la furia de los vientos. No intenta demostrar nada con su calma, pues es real, ni se pierde cuando se perturba; es naturaleza pura, sin esfuerzos.
El pobre perro sigue viéndome y si le diera mas antropomorfismo a sus ojos, diría que esta totalmente resignado. El bozal no lo deja abrir demasiado la boca y consecuentemente, apenas podrá ladrar y si se cansa, le costara muchísimo jadear. Esto también me hace pensar en otra cosa. ¿No sería más sencillo haberme quedado en la cama? A pesar del dolor de espaldas, de la humedad de mi ropa y la posibilidad de enfermarme a causa de ello; a pesar del frío, de la humedad y el olor de mis botas; sumarle a ello todas las malditas cosas y resignarme, entregarme y esperar que el mundo se termine por caer en pedazos a mi lado. Pero en mi cabeza se presenta una nueva pregunta. - ¿Y mi naturaleza? – y si pudiera, le preguntaría al perro. - ¿Y tu naturaleza?
Tras ello, regresa a mi mente el trozo del poema de D.H. Lawrence y me digo a mismo. – Lo estas haciendo de nuevo.
Siento algo de preocupación, ya que preciento que tal vez estoy desarrollando una manía por los estados depresivos en virtud de la forma que regreso a los pensamientos negativos. Posiblemente, debería enfocar mi mente en otras cosas que me causen regosijo, tal como la cantidad de sonrisas que tiene mi amiga, y en como se le cierran los ojos cuando lo hace, sin perder su brillo e intensidad. Aunque pensándolo bien, mejor no debería, ya que estaría ingresando en un terreno que prefiero no entrar.
Y nuevamente mis códigos y principios me castran, haciendome pensar que en definitiva, yo soy mi principal enemigo.
Enemigo; creo que no tengo ninguno, o almenos nadie que conosca se me cruza por la mente. Si tengo gente que he ido sacando o apartando de mi vida pues no aportaban nada, y algunos peor aún, destruían lo poco que poceo. Esta es una conversación que tuve con un compañero de trabajo, a propósito de la importancia de hacer esto y de que ello, va formando nuestro entorno. Instintivamente o consientemente, vamos sacando a gente que no están en nuestra sintonía y vamos dejando aquellos que si bien no tienen nuestros mismos pensamientos ni nuestras mismas metas, no destrullen lo que intentamos ser y hasta aveses, nos aportan.
Me paro y regreso al interior de mi habitación, aunque esta vez, no me alumbro con el celular, ya que memorise donde están los charcos y además, la luz que ingresa por la puerta me alluda también.
Abro el ropero y tomo el shamppo, la jabonera y un juego de ropa interior. Retiro la toalla del respaldo de la cama y las chinelas de debajo. Todo esto lo hago en la oscuridad, ya que cada cosa la tengo en un lugar espesifico y ahun en la cerrada oscuridad, las encontraría; otra de mis manías.
Hay mucho silencio. Sesaron los cuchicheos ni hay rechinar de la cama, ni gemidos; también sesaron las conversaciones de los amantes mas lejos; tal vez se dieron cuanta que he estado aquí escuchándolos, o simplemente se durmieron en el caso de mis vecinos y regresaron las amigas de los de la habitación siguiente.
El silencio, es el lenguaje con el el que se expresa habitualmente la soledad, mi más fiel amiga y amante.
Amante; creo que al final llego a la conclusión de que si he tenido una amante.